[COLUMNA DE OPINION] «Chile delenda est»

La tradición es un acto de entrega de valores que se vinculan con la patria, la familia, la religión y la propiedad privada, entre otros. Sin embargo, en Chile se ha iniciado un proceso de deconstrucción de estos valores, que busca crear otros nuevos. ¿Qué implica este cambio y cómo afecta a la sociedad chilena?

La reiteración de las frases, es un aliado de la propaganda; colaborando con la manipulación, la imitación y el contagio.

La alocución permanente de Catón, solicitado reiteradamente en las reuniones del Senado Romano, al unísono con la destrucción de Cartago; en el contexto de la Guerras Púnicas («Carthago delenda est»); me hace meditar sobre lo que pasa en nuestro país.

Hasta hace poco más de un año, nadie se imaginaba la destrucción de Chile. Pero, a través de los medios masivos de comunicación, pareciera que se llamara o incentivara a la población para transformar legítimas demandas sociales en acciones, basadas en mediatizar más que en plantear soluciones definitivas. Lo que muchas veces enfatiza el saltarse normas básicas de comportamiento social; todo ello va destruyendo paulatinamente a mi querido país.

Por otra parte, en la educación, el Estado se dedica a eliminar, de forma irresponsable y autoritaria, áreas claves dentro de una educación sustentada tradicionalmente en los méritos de la razón, más que en las pasiones desatadas. Un ejemplo claro ha sido la eliminación de ramos como educación cívica o los de filosofía. En fin, pareciera que no existe una agenda para el razonamiento o el enfrentamiento crítico; lo que facilita la manipulación, no solo del alumnado sino que también de los que lo rodean. A esto se suma que dicho alumnado es prácticamente intocable, en cuanto a su comportamiento se refiere, ya que; con las nuevas concepciones deconstructivas; resulta casi imposible la expulsión de sus integrantes. Quedando impunes comportamientos tan deleznables como golpear, encerrar y amenazar al profesorado. Eso sin contar las tomas, incendios y saqueos provocados por motivos ideológicos, que resultan ser propias de un sistema anarcofascista. O sea, la “democratización” escolar, se ha impuesto como una nueva e incuestionable autoridad, dentro de los establecimientos educacionales.

¿Ya ahora, quién podrá defendernos?

Los ataques constantes a los efectivos de la Policía de Investigaciones (PDI) y a Carabineros, sin las debidas sanciones; resulta de una extrema gravedad. El monopolio de la violencia, en manos del Estado (como lo dice Max Weber), se ha perdido. Traspasándose a manos de grupos de personas de distinta índole, que se organizan, al estilo tribal; con todo el peligro que ello significa para una sociedad civilizada.

Por si fuera poco, los postulantes a Carabineros han disminuido en un 71%. Es más, con toda la desinformación y montajes sobre montajes que se les ha realizado, parte de una agenda subterfugia, muchos de los suboficiales optan por no seguir las órdenes de sus superiores. Esto es por la indefensión que los distintos gobiernos han ido perpetuando, llegando a su clímax durante los últimos 12 meses.

Lo anteriormente expuesto es realmente peligroso. De hecho, si se entrelaza con las continuas pérdidas de garantías constitucionales, Chile pudiera entrar de lleno en una guerra civil. Es sabido que cuando las instituciones colapsan, comienzan este tipo de conflagraciones.

¿Quién o quiénes son responsables de todo aquello?

Existe un sector político del país, en colusión con ciertos entes económicos, nacionales y extranjeros, que asume la defensa de la anarquía como un fin ideológico. Fin que se ha enquistado y ramificado en la sociedad chilena. De hecho, han usado el juego de palabras de manera magistral, haciendo cambiar la perspectiva de realidad a una gran cantidad de personas; secuestrándolas en un discurso increíblemente híbrido, en el cual han transformado conceptos básicos, que son esenciales para mantener un lábil equilibrio social. Como ejemplos, a la democratización se la redefine como «destrucción», o a la «dictadura» se le hace ver como «democracia» y a la «esclavitud» como «libertad», etc. Tal como lo señala muy bien el libro «1984», de George Orwell”.

Ya lo decía el filósofo chileno, don Jorge Millas, allá por el año 1974: «El verdadero peligro no está pues, en las nuevas circunstancias, sino en la renuncia o la incapacidad del hombre para bregar con ellas»…, «en las sociedades que han decidido romper con el pasado».

 

Texto: Patricio Robles Simon

pmarobless@gmail.com

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